Y él se fue…
Se marchó a toda velocidad, intentando esquivar los semáforos y todo lo que había a su alrededor, y no hubo nada que pudiera hacer. Pisoteó todos los recuerdos de junio, e insistió en que estrujar sus sentimientos era lo mejor.
Olvidó por completo lo que se sentía estar solo, y en tan solo unos días esa sensación volvió. Se aplastó su dulce corazón y nunca más quiso saber de su amor, porque la derrota querido amigo, duele más cuando te rompen el corazón.
Y así quebrantado y sin fuerzas para levantarse, volaron los días y pasaron tantos meses que perdió la cuenta, y todo se fue transformando en una bola inmensa de angustia atragantada en su garganta. Ya no había formas de erguir su postura, pues cada día de dolor lo fue destruyendo, y cada vez su corazón bombeaba menos… hasta que un día una luz de esperanza apareció…
Así fue que la conocí… ella fue todo lo que él necesitaba, todo lo que él ansiaba; un amor de esos locos pero buenos, que no tenga miedo de ser tal cual es, que se descalce y corra hacia su encuentro , y que lo único que los pueda separar sea la muerte.
Se hicieron la promesa eterna, y la sellaron con los labios fríos. Él sabía que ella lo amaba, y ella también sabía que él la amaba. Y cada vez que se veían el nada no acababa, ni el mundo paraba de girar, pues eran dos simples mortales, pero saben qué, lo tenían todo…